Una nueva etapa
EDITORIAL

Una nueva etapa

Las industrias de la uva de Chile y Perú han comprendido que hoy más que nunca sus destinos dependen de cómo se comporta la región en su conjunto.


Gustavo Yentzen Wilson - Director Vision Magazine

En 1973 los países árabes productores de petróleo (OPEP) decidieron sancionar a Estados Unidos y a otras naciones, imponiéndoles un embargo a sus exportaciones de petróleo en represalia por su apoyo a Israel en la guerra de Yom Kipur, que enfrentó al estado judío contra Egipto y Siria. Como era predecible, la medida generó enormes alzas de precios en los combustibles, inflación, escasez, entre muchos otros efectos colaterales.

Las compañías fabricantes de automóviles norteamericanas, acostumbradas a producir autos grandes y de alto consumo de combustible, quedaron “en jaque” ya que los consumidores, presionados por las alzas de precios en la bencina, empezaron a buscar vehículos más pequeños y más eficientes en consumo.

Como primera medida y en muy corto plazo, la industria automotriz del país del norte debió frenar su producción, reducir costos y recortar una enorme cantidad de personal. Empezaron a “achicarse”, es allí cuando nace el concepto de “downsizing”.

Luego de la reestructuración, las grandes productoras de automóviles debieron replantearse cómo y qué seguir produciendo a fin de adaptarse a este “nuevo” consumidor. Las industrias automotrices de otras partes del mundo, aunque mejor preparadas –pues habían comenzado a producir desde el inicio autos más pequeños– también se vieron obligadas a redefinir sus esquemas y adaptarse a un mercado revuelto.

La industria de la uva chilena y peruana hoy están viviendo un fenómeno bastante parecido. Chile ha vivido su propio “downsizing”. En la pasada temporada superó tímidamente las 60 millones de cajas, viniendo de más de 100 millones en la última década. La irrupción de la uva peruana ha tenido su “cuota” de responsabilidad, pero mayor ha sido el impacto de problemas climáticos, dificultades portuarias, logísticas, recambio varietal, entre otros. Perú por su parte –mejor preparado gracias a las nuevas variedades dado que comenzó más tarde a producir– también se encuentra en una encrucijada buscando entender al cambiante consumidor de uva y al mercado, afectado por las mismas variables internacionales que su vecino del sur.

Al igual que en el caso de la industria automotriz en los años ‘70, la industria de la uva está en un proceso de replantearse el cómo enfrentar el futuro. En este sentido, la realización conjunta del Global Grape Convention el próximo 8 de agosto, donde se unen los productores de uva de Perú (Provid) y sus homólogos del Comité de Uva de Mesa de Frutas de Chile, denota que ambos países han comprendido que su desempeño está siendo afectado por las mismas variables externas, y que hoy más que nunca sus destinos dependen de cómo se comporta la región en su conjunto.

El Global Grape Convention Perú-Chile marca el comienzo de una nueva etapa, una donde los problemas se pueden y deben enfrentar de manera mancomunada.